“Tocando la luna”, cálido relato de una pasión
No cabe duda que la maestría del director brasileño nominado al Oscar, Bruno Barreto, corre por sus arterias como la propia sangre. Desde 1976, llevando a la pantalla grande una de las obras cumbre del escritor bahiano Jorge Amado, “Doña Flor y sus dos maridos”, pero sobre todo, por conseguir el fantástico resultado de otro libro de este autor (uno de los más populares del país sudamericano) Gabriela, cravo e canela, cuyo largometraje solo se llamó “Gabriela”, con Sonia Braga en el papel estelar y Marcello Mastroianni, como el turco, han dejado una huella imborrable, que dan cuenta de ello 19 largometrajes, el último de los cuales se estrena esta semana en nuestro país: “Tocando la luna” (Flores raras, 2013).
El cineasta brasileño se había dado a la tarea de retratar personajes más populares y de menor profundidad conceptual, pero en esta cinta, protagonizada por la fantástica Glória Pires (sin lugar a dudas una de las mejores actrices brasileñas), Miranda Otto y Tracy Middendorf, Barreto hace gala de un argumento con el sello de la casa, es decir, abordando historias atípicas, pero ahora, con personajes mucho más formales aunque diferentes en su relación entre ellos.
Así pues, se trata de una historia de amor (con tintes pasionales) ubicada en los años cincuenta en Rio de Janeiro (algo común en su filmografía) pero de la que son parte dos mujeres (poco común para los argumento de Barreto), una de ellas es la escritora Elizabeth Bishop (Miranda Otto) quien viaja a Brasil alentada por el deseo de cambiarle la dinámica a su vida y la otra, una prestigiada arquitecta Lota de Macedo Soares (Gloria Pires) de quien se enamora en su viaje y con quien establece un vínculo amoroso muy fuerte.
La pimienta de este argumento –por si le faltara algo- se lo imprime su director estableciendo constantes puntos climáticos, a través de la pérdida de algunos seres querido, importantísimos en la vida de ambas mujeres, la obtención del premio Pulitzer como poeta, pero sobre todo, por la adopción de una niña para ‘completar su vida’.
El resultado en pantalla es bastante bueno, como en prácticamente todas las cintas de Barreto, sin poner etiquetas de juicio ante las situaciones emocionales de cada uno de los personajes, por lo que nos pone al alcance de un boleto un relato sumamente redondo que deja un buen sabor de boca y por ende digno de recomendación.