Existe una gran cantidad de personas a las que los mensajes que invitan a la transformación de su conducta (a conducta ética) no les importan en lo mínimo. No les importa oír y acatar mensajes éticos. Es así que a las convocatorias de sus eventos asisten los que quieren, hacen caso si quieren, escuchan el mensaje pero se hacen omisos por sistema, están viendo el problema pero esperan que otro lo resuelva, cínicamente son capaces de ignorar a su propia madre, no atienden los requerimientos cuando se les pide; se da la instrucción y no la ejecutan como debería ser, ven los errores del otro y aun así vuelven a cometerlos… ¿por qué? Pues porque son llamadas a misa.

Y las llamadas a misa así son: la expresión del valemadrismo del receptor, la indolencia ante los discursos que piden se corrija el problema. Y es esa apatía y desinterés el que no permite el desarrollo del sujeto – ni por su bien – y frustra el trabajo de cualquier sociedad. A estas personas: las omisas, las de oídos sordos, las valemadristas, pasivas, cínicas, indolentes, apáticas y perezosas, complacientes con ellos mismos y con su descendencia, además descaradas en su olgazanería…no les importa cuántas veces se diga, no importa la cantidad de recomendaciones se emitan, no importa quién lo diga… no hacen nada.

Hace unos días el Papa francisco en su visita a México mencionó que tres tentaciones buscan degradar y degradarnos (dio misa): primera: la riqueza, adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan solos para mí o para los míos. Es tener el pan a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, a amargura, a sufrimiento. Segunda: la vanidad, esa búsqueda de prestigio con base en la descalificación continua y constante de los que << no son como uno>>. La búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la <<fama>> de los demás, <<haciendo leña del árbol caído>> deja paso a la tercera tentación: el orgullo, osea ponerse en el plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la <<común vida de los mortales>>, y que reza todos los días: <<gracias señor porque no me has hecho como ellos>>. Y el mensaje de Bergoglio fue claro: dirigido a la elite que gobierna nuestro país, a los <<famosos>> ególatras, a los “ódiame más”.

¿Quién puso atención al mensaje? ¿Quién ya está practicando contra las tentaciones que buscan degradar y degradarnos? ¿A quién le gustan las reconvenciones? ¿Quién acepta y reproduce los mensajes éticos? ¿Quién ya es menos explotador y ratero? ¿Quién ya entró en un plan a meses sin intereses de eliminación de la vanidad? ¿Quién sigue los principios cristianos al pie de la letra? En fin, podemos reflexionar más, pero por lo general seguir hablando es como decir misa. Salud!

 

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