La fracasada austeridad peñista.
Recordemos que, durante el mandato del presidente de todos ustedes, Enrique Peña Nieto, se implementó en cada ejercicio fiscal un decreto de austeridad, el cual se pretendía reducir, en cierta medida, el gasto corriente del gobierno federal y de las dependencias federales de cada Estado. Sin embargo dicha reducción no sólo “afecto” la operatividad de la administración pública federal, además tuvo secuelas, afectando con ello diversos programas sociales.
Pues bien, a escasos meses de que culmine el gobierno del último bastión priista, se ha dado a relucir que los decretos de austeridad por más rígidos que hayan sido, por más recortes que haya tenido cada organismo federal, simplemente no logró su cometido, es decir no se generaron ahorros.
Esto se debe en cierta medida a que el aparato gubernamental genera gastos para poder operar conforme a las necesitadas que vaya atendiendo, necesidades que deberían ser imploradas por la ciudadanía, como lo fueron los acontecimientos sísmicos que afectaron a diversas entidades federativas.
En ese sentido, resulta hasta ilógico que el gobierno federal se diera el lujo de manifestar que no podría atender las necesidades sociales porque haya habían decretado apretarse el cinturón con el presupuesto que se tenía contemplado; por lo que en este caso como en muchos más que las necesidades sociales son mayores es entendible que el gobierno gastará demás.
Pero como se trata de un gobierno priistas, donde ha sido señalado por los actos memorables de corrupción, no podría faltar que, ante las diversas necesidades de la población mexicana, también tuvieran que solventar sus propias necesidades personales, de tal suerte que aprovecharon para incrementar el gasto corriente del gobierno federal.
Es decir, en lugar de efectuar mayores gastos, ya no tanto para invertir en infraestructura, sino para atender las necesidades de la ciudadanía, no, el dinero que se tenía contemplado gastar, fue para cubrir las necesidades del aparato gubernamental.
E incluso, aún tiene el descaro de haber solicitado al Gobierno de los Estados Unidos de América, un préstamo por 10 mil millones de dólares, ¿para qué?, simplemente para que el gobierno cierre con broche de oro su administración.
Esto es, para el simple hecho de pagarse un jugoso bono para los funcionarios que dejarán su cargo a partir del 1º de diciembre, hecho al que han denominado como una canallada, únicamente ha gebreado con ello el imcremeemto del endeudamiento público que se tiene, que oscila en un 36.8% del P.I.B., la deuda más alta que se ha registrado desde el inicio del milenio.
Quizá se pregunte, qué pasará con tal deuda, simplemente se va a trasladar, esto es, dejar en una situación de vulnerabilidad a la próxima administración entrante, que si ya de por sí se las va a ver complicado, ahora más con el último préstamo solicitado.
Por lo cual vemos que, el plan de austeridad de próximo expresidente priista, fue más que un simple dicho que quedó plasmado en papel.