Dia de muertos en ZACATELCO
Hoy el Baúl de los Recuerdos se abre para celebrar a nuestros seres queridos que han realizado ese viaje sin retorno que resulta inexplicable para la mente humana. Para algunos, representa el fin de todo, mientras que para otros es el inicio de una nueva vida, como no los ha prometido el cristianismo con la esperanza de la resurrección.
La pregunta es: ¿Será verdad que al mexicano, la calaca le da risa, le pela los dientes y se burla de ella? Alguna ocasión Roger Bacon dijo: “he meditado a menudo sobre la muerte, y encuentro que es el menor de todos los males”… Resulta que del antes y después de la vida, nunca sabremos nada, todo es eternidad; la virtud de la vida sólo es el velo de una ilusión que alumbra un instante esa eternidad, con la cual no tenemos relación: un destello de vida y una eternidad de muerte. Sin embargo, el misterio de la vida, plantea una serie de interrogantes, uno de ellas, es tratar de conocer el principio de la vida: ¿De dónde proviene? La respuesta, simple y categórica, es adornada por un misticismo mágico y artístico, pues la eternidad y el firmamento son inalcanzables para el hombre.
El rango heroico, la autoridad sobrenatural, el culto a la personalidad, los dones y privilegios, sólo son conceptos terrenales del hombre, a fin de cuentas, con el paso del tiempo, la eternidad anulará su memoria. La relación del pueblo, con el más allá, está entrelazada con la magnificencia de la tumba que se le hace al difunto, pero esta correlación sólo es sentimiento eventual, que el vivo mantiene con el muerto para sentir que conserva un lazo de unidad con él.
Dentro de este contexto de inmensidad, a la que los hombres llamamos civilización se siguen realizando actos y objetos artísticos dedicados al lecho mortuorio, pues todas esas civilizaciones, son producto de la rigurosa necesidad de morir: el cuerpo se oculta bajo la tierra, como semilla que deberá nacer en otro sitio, pero esto sólo es idea inherente a los ritos de fertilidad temporal, pues todo es absorbido por esa eternidad.
Pero aún, con la grandeza, de cualquier identidad histórica finalmente, solo es un destello de luz en la inmensidad de la eternidad. Todo el drama de la vida, con su secuela de triunfo y derrota, es traslada al cementerio, donde descansa el cuerpo y el espíritu de los seres humanos, para perderse en el valle de la inmensidad. Mientras en ese halito de vida del hombre, por medio del arte y el folclore, se ríe de la muerte.
Sin embargo, es satisfactorio evocar aquellos días en que el 1 y 2 de Noviembre se recuerda a nuestros seres queridos que han realizado el viaje con la esperanza de volvernos a encontrar algún día en un punto del universo. Ahí en el panteón se encuentran parte de nuestros recuerdos, pues cada uno de nosotros alguna ocasión, hemos acompañado hasta la última morada a nuestros abuelos, padres, parientes, conocidos o amigos. En fin.
Cuántas veces hemos recorrido ese trayecto que inicia en la calle Independencia, da vuelta en la avenida Libertad para enfilar inevitablemente a la calle la Piedad, que alguna vez se llamó “El último suspiro” y claro… el recorrido termina ante una reja sombría y triste. Ahí ya se encuentra el panteonero que de inmediato hace sonar la campana que está a la entrada del panteón, anunciando la llegada de un nuevo huésped, para luego encaminarnos hacia una tumba que representa el final del viaje.
La palabra panteón, cementerio o camposanto significa “Templo de los dioses”, en sus inicios, sobre todo para los católicos, el lugar favorito para sepultar a los difuntos era el atrio de los templos. Si observamos con detenimiento el piso del atrio de la parroquia de Santa Inés aún conserva algunas inscripciones de personas que fueron sepultadas ahí, por otra parte en el panteón municipal se observan monumentos de mármol, granito, y materiales que han surgido actualmente.
En Zacatelco, la celebración del día de muertos es una fiesta donde los invitados son nuestros muertos, inicia días antes con la adquisición de los ingredientes para elaborar las hojaldras que representan una tumba, las canillas y el cráneo del difunto, también se acude al mercado para comprar los ingredientes para los exquisitos tamales de rajas, mole, salsa verde y de dulce, no olvidando los dulces de tejocote, calabaza, camote y adquirir los gallitos y calaveras de azúcar; las flores, el incienso, el saumerio, etc.
La preservación de nuestras costumbres y tradiciones continúa con la puesta de la ofrenda y la visita al panteón acompañados de la familia que acude a visitar a los seres queridos y cuyo verdadero valor es que esta unión nos hace percibir que su afecto y su recuerdo continúan, demostrándoselos a ellos adornando sus tumbas con flores de nube, cempuaxúchitl, gladiolas crisantemos, nardos o arreglos florales. Actualmente hasta la melodía favorita podemos dedicarles acompañados del mariachi, de un trío o rondalla que han llegado eventualmente a ofrecer sus servicios. Terminado este ritual las familias se encaminan a sus casas a compartir los alimentos y a levantar la ofrenda.
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