Esta es la historia de una comarca muy cercana- Tlaxcallan- en la que sus antiguos caciques pactaron con los conquistadores españoles para defender sus propios intereses (su soberanía ante los imperios dijeron) y así salvaron su estructura social tradicional. En la comarca los caciques eran dueños de grandes extensiones territoriales y tenían a su servicio familias enteras que sin casa ni tierras propias vivían trabajando para el Lord (lord significa Señor, y ésta comarca estaba gobernada por diversos señoríos) <<las castas señoriales continuaron teniendo el control y la autoridad sobre tierras, trabajo y hombres de sus respectivos pueblos>>.

Con el paso de los años la gente de la comarca intentó cambiar algunas formas de su estructura social con una mini revolución, un héroe surgió: un jornalero valiente del sur ( el jornalero es un trabajador del campo que  no es  dueño de la tierra que trabajaba ni la casa en la que duerme pues todo es del  patrón) luchó para repartir tierra y techo en contra de los caciques de ese tiempo pero fue traicionado por hombres de otro combatiente  – de origen campesino también- que quería expropiar al cacique y repartir más tierra que nadie. 

La intriga, la traición, la mentira, la libre explotación, el deseo de ser cacique… se quiso adueñar del sur de la comarca (aunque en verdad pasaba en toda la comarca). Por años la población del sur de la comarca comenzó a vivir una serie de confabulaciones que no pararon más. Los pobladores vieron la posibilidad de ser cacique por unos años y buscaron por todos los medios ascender al poder político que daba ese status y experimentar lo que en su represión histórica nunca habían vivido: antiguos privilegios de castas señoriales.

Para lograr su ansiado proyecto se acusaban uno al otro sobre cualquier cosa, hacían tomas de presidencia, se inventaban publicaciones en los diarios de la región (buena o mala publicidad, daba lo mismo), algunos se hacían diputados y luego dejaban de ser diputados para intentar ser presidentes municipales y otros dejaban de ser presidentes municipales para ser diputados, vivir en el presupuesto a costa de lo que fuera, los viejos enseñaban a los cachorros a pastorear a la comunidad, algunos jóvenes se adherían a  viejas luchas de viejos sueños y no seguían los de ellos a pesar de ser más jóvenes que viejos, la comarca y su vida política se hacía menos creíble… Se colocaron colores para distinguir su ciego anhelo frente al de otros: verdes, amarillos, azules, tricolores, naranjas… esos colores sustituyeron sus ideales y un día lucharon más por los colores y su antiguo afán más que por los intereses de sus comunidades.

Con el paso de los años la comarca, con la intriga región del sur incluida, no pudo ser más de lo que era: un cacicazgo heredado por tradición o por ambición. Los jóvenes y sus sucesivas generaciones llegaron a reproducir los proyectos de los viejos caciques; los niños fueron educados para obedecer y si alguien no los mandaba el sistema fallaba, por eso los capataces fueron bien queridos y se mantuvieron como una buena tradición; la población nunca más transformó su realidad porque la tradición siempre fue más importante, lo excepcional fue más de lo mismo.

PD.  ¿Y los sabios de la comarca? Los sabios callaron por mucho tiempo por temor a ser despedidos. Salud!

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