Viernes, 29 Marzo 2024

E El baúl del recuerdo

VESTIR AL NIÑO DIOS ¿UNA TRADICIÓN?

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Es factible que la imagen simbólica expresada en la escultura del Niño Dios impactara tanto en la concurrencia que dio paso a la imitación y con ello se generó una tradición popular que se perdió en tiempo y espacio. Nadie sabe ni cómo ni quien comenzó con la idea de vestir al Niño Dios hogareño, aunque es posible que se gestara en el templo de la Candelaria de los Patos, en la parroquia de Tacubaya o en la de Mixcoac, dado que son los lugares con noticias de este acto a partir de la primera década del siglo XX.

Sin embargo, algunos autores dejaron volar la imaginación, sin hacer una correcta investigación y escribieron que el hecho de vestir al Niño Dios viene de la Colonia, lo cual es erróneo, pues no se ha encontrado ningún documento que lo certifique. La situación no termina ahí, algunos osados con arraigo “mexicanista” definieron esta celebración como de origen prehispánico, sólo por el hecho de que se comen tamales en la celebración y porque se dice que “la fiesta coincide con la celebración de Tláloc y Chalchiclicue”. Pero lo importante es mencionar que, como en otras fiestas religiosas de México, en el día de la Candelaria se mezclan tradiciones prehispánicas y europeas cuyos rituales celebramos muchos y no sabemos cómo explicar.

Hay diversos documentos de la Época Virreinal referentes a la fiesta de la Purificación de la Virgen, incluidas las velas y su bendición. Es importante aclarar que el día en que a la figura del Niño Dios se le vestía y celebraba en grande era en la Navidad, tanto en los templos como en los conventos.

Es probable que vestir al Niño Dios fuese una actividad promovida en conventos femeninos de la Nueva España entre los siglos XVII y XIX. Prueba de ello son algunos documentos de la época, así como la indumentaria que puede observarse en obras de museos como el de Arte Religioso de Santa Mónica, en Puebla, o el Nacional del Virreinato en Tepotzotlan, en los cuales las religiosas muestran los exquisitos vestidos que elaboraban para sus Niños Dios, junto con vistosas joyas, pelucas y otros accesorios. Las vestimentas que se observan en estos trabajos de caballete se relacionan con advocaciones específicas de los atributos, de tal manera que hay Niños Dios como: Salvador del mundo, que muestra al mundo en la mano; del Sagrado Corazón, que lleva la figura de un corazón en la mano; el llamado pasionista que carga una cruz, un cráneo o una corona de espinas, o bien, puede verse a manera de Peregrino. El Niño futbolista ataviado con la indumentaria de la selección nacional mexicana o con el uniforme de algún equipo de futbol que se encuentra en la Iglesia del Rayo de la ciudad de Puebla. Todo este ropaje que presentan las religiosas ha prevalecido hasta el presente siglo, no sólo en algunas imágenes milagrosas, sino en la actual tradición de vestir al Niño Dios casero para el día de la Candelaria.

Podemos decir que esta práctica fue inventada a principios del siglo XX. Como toda tradición ha pasado de padres a hijos, al correr los tiempos y sucederse las generaciones. En sentido general, es una continuidad de ideas que de alguna manera se institucionalizaron como normas populares. Si bien los periódicos de los siglos pasados, sólo se dice que se solían vestir las esculturas, con el tiempo se dio una especie de reglamentación sobre cómo presentar al Niño durante sus primeros tres años; aunque lo relacionado con la vestimenta ha variada, así como los modelos. Cada persona o familia tiene su propia versión para adornarlos.

Sea cual fuere el porqué de vestir y llevar al templo al Niño Dios, lo cierto es que con este acto se suele dar el compadrazgo. De esta manera la festividad del día de la Candelaria tiende a originar vínculos de obligación para con el Niño Dios y con la familia a la que pertenece la escultura. La relación entre compadres es una oportunidad para reforzar lazos de vecindad, amistad y familiaridad, pues se demuestra respeto. Por otra parte, gracias a este tipo de actos religiosos se crean vínculos sociales y comunitarios.

 

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