Viernes, 29 Marzo 2024

E El baúl del recuerdo

REYNALDO EN EL PAÍS DE LA FANTASÍA

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El lunes 17 de noviembre, Reynaldo Rodrigo terminaba felizmente sus actividades escolares; sonriente, alegre y con enorme agrado, se dirigía a su casa acompañado de dos entrañables amigos. En el camino se encontró con su primo Pachitín, a quien saludó cortésmente, hicieron algunos acuerdos para jugar Xbox y se despidieron de inmediato. Como cada día, al llegar a su hogar se encaminó a la oficina de su madre, quien realizaba actividades propias de su negocio, quien al verlo, le dijo: ¡Hola hijo¡ ¿Cómo te fue en la escuela? Reynaldo contestó “Bien mamá” y se dirigió a su recamara, colocó su pesada mochila en la cama y de inmediato buscó a su mascota. Era un dragón de la suerte. Son los animales más raros del País de Fantasía, que pertenece al reino de la Princesas Dianne y Anne, quienes viven en la Torre de Marfil. No se parecen en nada a los dragones comunes, ni a los célebres que aparecen en las grandes obras literarias, que viven en las profundas entrañas de la tierra. Los dragones de la suerte son criaturas de aire y del buen tiempo, de una alegría desenfrenada, son ligeros como una nubecilla de verano, por eso no necesitan alas para volar. Nadan por los aires del cielo, lo mismo que los peces en el mar. Lo más maravilloso de ellos es su canto, su voz es como el repicar de una gran campana, y cuando hablan en voz baja, es como si se oyera el sonido de esa campana a gran distancia. Quien escucha alguna vez su canto, no lo olvida jamás, y sigue por siempre contándoselo a sus nietos.

Reynaldo Rodrigo buscó debajo de la cama, el dragón de la suerte se incorporó con flojera y le dijo cordialmente ¡Hola Rey, sé que hoy es tu cumpleaños, así que quiero hacer que este día sea el más hermoso de tu vida. Si gustas podemos hacer un viaje por diferentes partes del País de Fantasía, también podremos visitar el palacio de las Princesas Dianne y Anne, de buena fuente, tengo informes que la relación de amistad que cultivas con ellas es bastante satisfactoria.

Reynaldo Rodrigo quedó pensativo, la oferta no podía ser más placentera, pidió permiso a su papá y en unos instantes estaba montado sobre el dragón blanco de la suerte, se agarró fuertemente de sus cabellos e inició el viaje. El primer lugar que visitaron fue el Bosque Eugenio, de pronto un resplandor suave cruzó en zigzag, era una esfera luminosa, casi del tamaño de una pelota, que daba grandes saltos, rebotaba de vez en cuando en el suelo y volvía a flotar en el aire. Era el fuego vanidoso. Más adelante, en un claro del bosque encontraron a un gigante hecho de piedra gris, que tenía casi diez metros de altura. En su rostro de piedra erosionada sobresalía su dentadura como una hilera de cinceles de acero. El dragón, que era muy culto, le explicó a Rey que estos seres provenían de la Montaña Guerrero y pertenecían a la especie de los comerrocas. Al continuar su viaje, encontraron un silfo nocturno, era dos veces mayor que el fuego vanidoso y parecía una oruga cubierta de piel, tenía sus pequeñas manos de color rosa y bajo sus cabellos negros ardían dos grandes ojos redondos como la luna. Al último personaje del Bosque Eugenio, sólo se le pudo ver con mucha atención, era un personaje demasiado pequeño, pertenecía a la especie de los diminutenses, era un tipo muy fino con un trajecito de colores y un sombrero de copa roja, Rey lo acarició tiernamente, cruzó con el personaje algunas palabras que no se alcanzaron a escuchar.

Más adelante se encontró, con el Centauro Negro que tenía cuerpo de humano hasta la cintura y se completaba con cuerpo de caballo, a Igramúl el Múltiple, que estaba formado por millones de cuerpos diminutos. También pasaron por el reino de los dos colonos, eran dos gnomos amigables pero sumamente enojones, quienes lo felicitaron por su cumpleaños y le prometieron cumplirle algunos deseos por su onomástico. Además, le hicieron saber que tenía que cruzar tres puertas donde podría encontrar un tesoro. La primera se llamaba la Puerta del Gran Enigma, delante de ella vio innumerables escaleras y esqueletos, de los seres que habían intentado pasarla, sin embargo, Reynaldo logró cruzarla sin dificultad; la segunda era la Puerta de los Espejos, que permitía ver el interior de los seres que la querían cruzar y la tercera era la Puerta sin Llave, sólo se podía abrir con buena voluntad, Reynaldo se acercó y la puerta se abrió de par en par, se quedó maravillado al ver lo que había adentro.

En ese momento se escuchó la voz de su hermana Diana quien le decía “Ya zoquete párate que se va a hacer tarde para ir a la escuela” Mientras su mamá le decía dulcemente “Levántate hijo ven a desayunar, es hora de ir a la escuela”. A lo que Reynaldo respondió estirándose con flojera diciendo “Si mamá, ahorita me levanto”
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